domingo, 20 de octubre de 2013

Rita Guerrero, una flor de luz


Estar lejos de tu país, en un aislamiento relativo, en un espacio personal más o menos silencioso y tener como principal compañera a la música con distintas voces e instrumentaciones, es una sensación complicada de expresar, pero fácil de entender para quienes la han vivido.
Más que banderas, héroes o íconos, hay quienes llevamos como seña de identidad aquellas personas, lugares y vivencias que han forjado nuestro ser más allá de cualquier frontera. La iconografía nacional lejos de casa puede causarte identificación o recordarte lo ajeno que eres a ciertas imágenes de tu propio país. La iconografía personal en cambio te acompaña a todas partes donde vas y no se desprende ya del interior porque es la pertenencia elegida, el espejo donde te reafirmas.
Rita Guerrero es para mi una imagen de mucha fuerza, sus fotografías reflejan ese ser tan especial que es, que sigue encantando por mostrar una belleza enigmática. Es una mujer que representa tanto: su arte incorrupto nos ha dado luz frente a la desesperanza de un tiempo desencantado, en medio de las paradojas de la incomunicación de un mundo que se dice lleno de progreso y de un país que sigue pagando con hambre a quienes le han dado su raíz más sólida. Como guerrera que fue en vida, nos demostró que la solidaridad a través del arte, puede seguir marcando la diferencia social. Su presencia y su voz siempre fueron generosas, tanto, que nos sigue dando las dosis necesarias de belleza cada vez que la escuchamos.
El canto místico de Rita Guerrero sigue transportándonos lejos, a lugares y momentos de vidas anteriores, a tiempos lejanos dentro y fuera de México. Es parte de la generación de quienes vivimos actualmente, pero su alma sobrevolaba otros siglos también. Desde ese canto inquieto y desgarrado del primer disco de Santa Sabina hasta la serenidad y plenitud de su voz en los registros de Ensamble Galileo, Rita hace navegar al escucha por mares diversos: turbios, en calma, con la incertidumbre del altamar o con la esperanza de vislumbrar un puerto de refugio, como la vida misma, con sus matices de intensidad.
Rita canta y el interior fluye, es fuente de ejemplo e inspiración, sin duda es inmortal porque cada vez que vuelve a vibrar su voz deja un halo de encanto, una estela en el alma. Rita sigue viva en todos aquellos que nos dejamos tocar por su talento, más allá de sus interpretaciones, porque nos dejó claridad: del ritual y el respeto que merece el arte para ser completo, de la disciplina que hay detrás de todo esfuerzo, de la empatía que merecen las personas que queremos tener cercanas, de la belleza hecha texto, poesía, canción, imagen, imaginación…

¿Cómo cambiar el rumbo de las palabras? La flor se transforma, persigue tu olor… Rita compuso palabras y les dio la justa interpretación, seguramente no lo supo del todo consciente en ese momento, pero ella se transformaría alquímicamente en una flor de luz para sus escuchas, para dejar un legado cultural a su país, a su tiempo y a la humanidad misma, rompiendo las fronteras, porque para la sensibilidad y para el arte éstas no existen.